Al final… esperanza
Publicado en diciembre de 2009
Cuando
el olor a pólvora se nota en el ambiente y las flores siguen frescas frente a la Inmaculada, puedo ver
como las figuras de los belenes y abetos van tomando protagonismo en las calles.
También en los escaparates el espumillón comienza a colarse entre los productos
del baño y la lencería. Así la
Navidad (porque solo es una) da tímidos pasos en Torrevieja.
Y de fondo el coro de villancicos.
Se
me ocurre pensar en éste año que ya se marcha, y al que no me dará pena
despedir, que han sucedido demasiadas cosas en este Gran Hermano que se ha
convertido nuestro País. Yo por si acaso, me pongo manos a la obra con la carta
a los Reyes Magos, y para no dejar nada al azar, me dirigiré también a Santa o
San Nicolás (pónganle el nombre que deseen a ese barbudo bonachón de sonrosadas
mejillas). El asunto es que, creo que vamos a necesitar mucha ayuda para el 2010
que está a las puertas como un recién nacido en un cesto: un tanto famélico, desnudo
y con las manos vacías. Será necesario que nos esforcemos para verlo crece y tomar
un color rosadito sus mofletes (en sentido figurado) que tenemos que salvar grandes
escollos.
Así
que siguiendo con mi carta, creo que pediré en primer lugar que los
responsables de esa tan traída y llevada “crisis” se acerquen a la gente de la
calle descubriendo realmente donde nos han llevado. Que las facturas de
hipotecas no sean la felicitación de Bancos y Cajas de Ahorros en este año. Que
ese puesto de trabajo tan ansiado llegue a tiempo. O bueno (algún parado me lo
ha dicho) que se entregue un buen manual para resolver este “sudokus” y una
máquina para hacer billetes del Banco Central Europeo, a la Ministra de Economía. No
estaría mal, que viniera acompañada de unas cajitas de aspirina efervescente
para el dolor de cabeza de nuestros dirigentes. Si es posible vitaminada ¡los
pobres dan síntomas de cansancio!.
Finalmente
(y como me enseñaron en el colegio) dejo para mí la última petición que pido
llena de ilusión. Creo que no es locura pedir, salud para mí y para todos. Trabajo
para quien no lo tenga. Buenos sentimientos y paz, para la Humanidad. Y dejo
como colofón una íntima pero muy personal petición, a ver si la consigo: una
sección periodística reservada. Ahí es nada. Prometo ser buena y merecerla.
¡Ah,
se me olvidaba! Pondré mis zapatos en el balcón a la espera de los regalos de
los Señores de Oriente y del Norte. Soy de los que todavía creen en el papel
tradicional del calzado, y no como proyectiles "antipresidentes". En
espera de merecer lo que he solicitado, quedo muy agradecida.
Solo que… me encomendaré, el 18 de diciembre a
la Virgen de la Esperanza y la Paz en su celebración. Después
de todo “esperanza y paz” es el mejor y más económico regalo.
Encarna H. Torregrosa