Esperanza
Ojos de Esperanza
Una boca suplicante. Dos ojos. Por encima, dos cejas. Finas como la línea del horizonte sobre la mar. Cayéndole de su mirada, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis lágrimas. Mientras escribo tengo su foto delante. Tiene el tamaño de un naipe. En ella se encuadra esos ojos, esas cejas, esas lágrimas, ese perfil perfecto. Si usted tuviera delante la foto de esa Mujer de la que hablo, de esa Divina Mujer con la que me gusta de vez en cuando hablar en este rincón, le pasaría como me ha ocurrido a mí. Que no hay que preguntar quién es. Y por si hubiera que hacerlo, miraría su manto verde y esos ojos que van a examen de sentimientos. Ya lo habrá adivinado que esos ojos son de la Esperanza...
¿Cuántas veces nos han mirado? ¿Cuántas veces hemos visto esos ojos como guía? Así es, en el retrato que tengo sobre mi mesa, se pueden contemplar en su perfecta belleza esos ojos, hermosos como el mar que nos baña, enormes como las montañas de sal, poderosos como el fuego de la hoguera. En esta cartulina tan pequeña como un naipe, se pueden mirar los ojos de la Esperanza y deleitarse en ellos. Pero cuando estás delante de Ella, ¿quién le aguanta la mirada a esta Mujer sin romper a llorar?
Sin duda volverás a sentirlo cuando llegue su día, el 18 de diciembre, y recorras en peregrinación secreta el camino de la Esperanza semejante al viejo Camino Real que esa Soberana de la Belleza se merece, y cuando estés allí, en la parroquia que lleva el nombre del Sagrado Corazón de su Hijo, a su misma celestial altura, cara a cara, comprobarás entonces que no hay quien pueda aguantarle la mirada a esos ojos que en nuestra Fe nos llenan de Esperanza.
-Por Caridad, no me mire usted así, Señora. Aunque, sé que no sabe mirar de otra manera.
Siglos lleva mirando a los que acudimos a Ella pidiendo casi con infantil petición de hijos, porque al fin y al cabo, como Madre de Dios que es, es Madre y Esperanza nuestra, remedio para nuestros males. Ya Antonio Machado poeta sevillano que nació por San Juan de la Palma, escribió: "El ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas, / es ojo porque te ve."
Sí, tengo la certeza, los ojos de La Esperanza son ojos porque nos ven. Por eso no podemos sostenerle la mirada. Porque, sin articular palabra, nos están respondiendo a todo lo que, también sin palabras, le estamos diciendo cuando La vemos cara a cara, lágrima a lágrima, entre el bordado oleaje del palio que choca contra las torres de plata de los varales. Los ojos de la Esperanza nos ven, cuando la tarde deja paso a la noche estrellada, cuando resplandece el primer sol y cuando suena en la memoria la plegaria en forma de saeta...
Encarna
Hernández Torregrosa
