Es tuyo y es mío
Conversación con Miguel en el 75 aniversario de su muerte
- Te echaba de menos... ¡vamos
siéntate! Te he dejado un espacio a la
orilla de este acantilado. ¿Has visto hoy la mar? Ese horizonte plateado junto
al blanco de las gaviotas parece adornar a los pesqueros que llegan a puerto...
- Forjado por el día, mi corazón que quema/ lleva
su gran pisada del sol adonde quieres, / con un sólido impulso, con una luz
suprema /cumbre de las montañas y los atardeceres.
- Es
en este rincón busco tu compañía, con el deseo de discernir en silencio cada palabra,
meditando calladamente mientras juzgas todo, sin justificar lo que otros
procuraron para el porvenir. Has estado a mi lado en cientos de ocasiones, pero
sigues siendo un desconocido… ¡No importa! dejaremos a un lado los nombres y
quienes somos… el tiempo nos arropará con el disfraz de los necios que pasan
por la vida sin dejar huella. Hoy yo también siento esa soledad que incita a
hablar. Por eso te necesito, ¿Me escucharás? Sé que palpitas de orgullo, pero
atiéndeme…
- Todo es peligro de agresiva arista, /
sugerencia de huesos y de muertes, / inminencia de hogueras y de males. Mis
ojos, sin tus ojos, no son ojos, / que son dos hormigueros solitarios, / y son
mis manos sin las tuyas varios/ intratables espinos a manojos...
-... Esto es mucho más de lo que desearía
ser. Ayer fui un joven luchador que poseía una vida repleta de pequeñas cosas,
esas que satisfacen al mundo en el que vivimos, pero me encontraba ajeno a
otras realidades. Sin embargo sucedió algo ¿O quizás debo decir “alguien”?
¡Sí!... en realidad fue una persona, un gran amigo.
…a mis diez años, mi vida era atractiva y
relajada. Él vivía al borde del mar, en una pequeña casa como tantas otras del
pueblo. Esto le ofrecía la oportunidad de descubrir sensaciones a cada paso.
Creo que estaba satisfecho de su existencia...
- Hay ojos que derraman raíces amorosas, / sobre tus ojos tienes/ uñas
que a hacerse dueñas de las cosas/ avanzan por tus sienes.
Necesitan incienso e incensario/ tu secundaria vida, / tu corazón de
espino secundario, / tu soberbia de zarza consumida. / Sobre tu pedestal o tu peana, / monumento de
oficio, / cuando tu salvación está cercana/ quieres llevar un pueblo al
precipicio.
- No, nunca hablamos de sus deseos, aunque yo
como pupilo suyo, sentía por él una gran admiración cuando me hablaba de esas
cosas que están en los libros. En
ocasiones caminaba por la habitación donde daba clase y lo veía enfrascado en
la lectura de un libro destartalado por el uso. Entonces pensaba que él era
distinto a los demás... y a mi.
- Aprende en estas vidas, aprende como aprendo: / aprende a ser un
hombre bien clavado en el barro, / lo mismo que estos hombres que mueren
encendiendo/ la mecha, la sonrisa, la muerte y el cigarro.
- Entonces, cuando nos llevaba a la orilla de
la playa para que comprendiéramos las lecciones sobre la naturaleza, se quedaba
mirando el horizonte que parecía no cambiar para él. De pronto cogía un papel
en blanco y con trazo firme escribía alguna
historia de amores y tristezas, de un mar en calma, de profundos
amaneceres en otras tierras. Luego le pedía que me leyera cuanto había escrito
en aquel papel...
- ¡Ay!, breve vida
intensa/ de un día de rosales secular/ pasaste por la casa/ igual, igual/ que un
meteoro herido, perfumado/ de hermosura y verdad. / La huella que has dejado es
un abismo/ con ruinas de rosal/ donde un perfume que no cesa hace /que vayan
nuestros cuerpos más allá.
- También a veces yo me sentaba a su lado y
le hablaba, le contaba mis problemas de niño, todo cuanto suponía mi vida a los
diez años. Hasta que un día... todo cambió. Era de noche y unos golpes en la
ventana de mi dormitorio me avisaban. Mis días de niño habían terminado. Todo
estaba en penumbras. Era noche cerrada, mi madre se acercó a la cama y me dijo
que debía levantarme. Me dio un hatillo con la comida y un consejo: ¡Obedece al
capitán! De mi boca no salió una sola palabra, aunque mientras caminaba hacia el
puerto me pregunté: ¿quien acompañara a mi maestro a la playa?
- Ausencia en todo
veo: / tus ojos la reflejan. / Ausencia en todo escucho: / tu voz a tiempo
suena. / Ausencia en todo aspiro: / tu
aliento huele a hierba. / Ausencia en todo toco: / tu cuerpo se despuebla. /
Ausencia en todo pruebo/ tu boca me destierra. / Ausencia en todo ciento: /
ausencia, ausencia, ausencia.
- Esa misma ausencia fue la que sentí, hasta
que al cabo del tiempo, nos encontramos en la playa de nuevo mi maestro y yo.
Al acercarme pude ver en su mirada algo distinto... había una terrible soledad
en sus ojos, como si él fuese el protagonista de uno de aquellos tristes
relatos. Hubo quien creyó que estaba perdiendo la razón. Yo sabía que se debía
a esa inquietud que palpitaba en su interior y decidí creer que pasaría pronto. Sólo era un mal momento.
En aquella ocasión al verme sonrió, su voz era melodiosa y firme: ¡Mi
querido alumno! - su rostro era sereno, aunque se adivinaba cierta
perplejidad en él.
Yo le sonreí y quise estrecharlo
entre mis brazos, pero él me dijo en voz baja: He de alejarme- intenté
retenerlo pero me detuvo- No lo hagas, ni digas nada. Apenas tiene
sentido mi labor, si vosotros mis alumnos no estáis junto a mi, yo no soy nada.
- Troncos de soledad, / barrancos de tristeza/ donde rompo a llorar.
-... Aquellas palabras, aun las siento en mi
interior como aquel día hace... tantos años. Le di la espalda y seguí con mi
trabajo en la mar. Quizás debí explicarle cuál era mi verdadero deseo: “Soñaba
con ser un hombre como él...”. Entonces me sentí como un naufrago sumergido en
un mar donde apenas podía sobrevivir. Ebrio de alcohol caminé por la vida hasta
terminar como el payaso al que abandona su público. He de contarte un secreto:
“En algún lugar construí un hogar con una mujer a la que amé, pero mi debilidad
me llevó a perderlo todo”. Siento que ha llegado la hora de mi última victoria
sobre la vida y aquí estoy, en este acantilado donde en otro tiempo descubría el
horizonte en compañía de mi maestro. Decidí que éste sería el lugar donde al
fin acabaría con tanta bajeza y entonces… apareciste.
- ¿Qué pasa?/ Rencor
por tu mundo, / amor por mi casa. / ¿Qué suena?/ El tiro en tu monte, / y el
beso en mis eras. / ¿Qué viene?/ Para ti una sola, / para mí dos muertes.
- No puedo hablar de muerte, cuando hay algo
que me lleva a sentarme a tu lado sin saber la razón. Durante largo meses he
deseado estar en tu compañía aunque sigues siendo un desconocido que cada
amanecer, fiel a su cita, se sienta al borde de este acantilado. Posees la
unión perfecta del poeta y el filósofo. Un apacible puerto para el bien y el
mal, y a ambos les permites ocupar el lugar donde yo me encuentro sentado de
una forma casi primigenia. Entiendo que el estar a tu lado tenía una razón:
Comprender que el amor, es el sostén de la creación...
- Todo está lleno
de ti, / y todo de mí está lleno: / llenas están las ciudades, / igual que los
cementerios/ de ti, por todas las casas, / de mí, por todos los cuerpos.
Por las calles voy
dejando/ algo que voy recogiendo: / pedazos de vida mía /venidos desde muy
lejos. / Voy alado a la agonía, / arrastrándome me veo/ en el umbral, en el
fondo/ latente del nacimiento. / Todo está lleno de mí: / de algo que es tuyo y
recuerdo/ perdido, pero encontrado/ alguna vez, algún tiempo.
- A diferencia de aquellos que se aferran a
la vida conoces el secreto de llegar a ser inmortal. No eres parte de la tierra.
Eres el compañero, el amigo de los hombres. De improviso te quedas mirando el
horizonte y tu mirada me recuerda la de otra persona, aquel maestro que con
pasión se dejaba dominar por la mar donde surgen historias. Te has dejado arrastras
por el vaivén del mar, esa mar que parecía mostrarte sus secretos: tesoros con
forma de caracolas y estrellas, arenas que sirven de almohada donde descansar,
y la suave espuma que cubre los desnudos cuerpos, con forma de lecho donde
dormir, sepultura donde reposar para la eternidad.
- El corazón ya
cesa de ser flor de oleaje. / La frente ya no rige su potro, el firmamento. / Por
más que el cuerpo, ahondando por la quietud, trabaje, / en el central reposo se
cierne el movimiento. / No hay muertos. Todo vive: todo late y avanza. / Todo
es un soplo extático de actividad moviente. / Piel inferior del hombre, su
traje no ha expirado.
- ¡Mira! el amanecer trae promesas de un sol
resplandeciente capaz de herir con su intensidad a quien se atreve a
mirarlo. Los rojos se mezclan con los
naranjas y los azules de este mar en calma. Sin embargo, siento el presagio de
un infortunio. Mientras caminaba hasta aquí, unas nubes amenazadoras de
tormentas me perseguían. El cielo comenzó a cubrirse de nubarrones,
convirtiendo las tranquilas aguas en un ir y venir de olas cargadas de espuma
blanca. El camino se impregnó de un color neutro y sombrío, llegando a sentirme
poseído por una extraña tristeza. El aire olía a lluvia. En el horizonte crecía
la oscura tormenta que galopaba sobre la mar. En ese instante sentí en mi
interior el desaliento dejando paso a una oscura reflexión: ¡Al fin lo sé! Todo
ha terminado.
Sí, de repente lo sé, no caminaré más por
este sendero... nadie volverá a caminar. Soy parte de esta historia que
calladamente escribiste a orillas de la playa. Palabras en un papel en blanco
con forma de emociones que se disuelven frente a un alma sensible. No obstante
el saberme una criatura de ficción no me abruma. Quizás pueda estar confuso. Tal
vez pueda soñar con imágenes de poetas... tan sólo una cosa me inquieta: ¿Quién
recogerá este legado?
Es extraño observar el horizonte... y es
extraño como se me ofrece la salida de este relato:
- Turbia es
la lucha sin sed de mañana. / ¡Qué lejanía de opacos latidos!/ Soy una cárcel
con una ventana/ ante una gran soledad de rugidos. / Soy una abierta ventana
que escucha, / por donde ver tenebrosa la vida. / Pero hay un rayo de sol en la
lucha/ que siempre deja la sombra vencida.
Relación de poemas de Miguel Hernández
utilizados en este texto:
Hijo de la luz y de la sombra...
Imagen de tu huella
Poemas sueltos, [5] hay ojos que
derraman raíces amorosas
Canto de independencia
Si nosotros viviéramos
Ausencia en todo veo:
Troncos de soledad,
¿Qué
pasa?
Todo está lleno de ti,
El hombre no reposa...
Eterna sombra


