LA CREACIÓN




Como la primavera, en las últimas semanas he sido presa de una dulce embriaguez. He experimentado gran cantidad de sensaciones y deseos, escribiendo cientos de cuartillas y rompiendo otras tantas, mientras en mi interior crecían nuevas ideas que dejaban paso a otras y éstas a otras distintas. Hoy me siento preñada de ese algo vital y maduro que crece en mi interior y que pugna por salir. Y extrañada, me doy cuenta de algo en lo que no había reparado, junto a mí hay cientos de hojas en blanco. De pronto y a solas en la habitación, siento la necesidad de dejar salir de lo más profundo de mi ser esa idea que lucha por nacer. La preparación para el momento es sencilla. Barios bolígrafos, hojas en blanco, los objetos familiares, un cómodo sillón, algunos libros a manera de fieles amigos y una taza de humeante café. Todo esta dispuesto  para ese  instante. Un sentimiento de terror cruza mi mente: -¿Y si no se presenta?
Me preocupa que se esfume  perdiendo la oportunidad de poder describir en las paginas quizás ese paisaje repleto de vida donde los amantes impetuosos son atrapados por la  pasión...

Pero no es así, lo cierto es que la idea brota con fuerza en mi mente mientras ojeo  uno de los libros. Su deseo por brotar no  impide  que me detenga un segundo para ordenar mis pensamientos. Tomo fuerzas y con inquietud pero sin forzar demasiado el momento, le ofrezco la posibilidad de mostrarse al mundo tal y como es. Ella con gran serenidad y delicadeza va definiendo su tamaño, adquiriendo una forma determinada. Es necesario que sea ella quien plasme en el papel inmaculado cada uno de sus contornos. No puedo precisar cuantas horas han pasado, pero al fin se ha culminado la tarea. En este instante y tras la entrega más intima, me envuelve el silencio. Una vez acabado el proceso cojo entre mis manos el fruto de lo creado  y sobre la primera pagina puedo leer:   La creación


Lo anteriormente descrito forma parte de lo que pudo ser y quedo relegado a un esbozo de lo que nunca será. La incapacidad de aquellos que no comprender el pensamiento creativo, me lleva a dejar en líneas amputadas, lo que naciendo como una obra de contenido espiritual, queda en una reflexión que quizás también se esfume con la espuma al correr del agua. Sé que semejante acto carece de importancia para los escépticos, que verán en ello, sólo palabrería envuelta en una bonita retórica. Pero aceptar que quienes poseen la facultad de crear tengan el derecho a actuar como cirujanos ante una idea, que sin duda les pertenece, es dejar al mundo sin la posibilidad de esa visión tan particular como original de un pensamiento repleto de sensibilidad, convirtiéndose así en asesinos de su propia opinión. Poco importa este asesinato, ya que si no existe la forma física de esa idea, no existe tal muerte, es decir: “El pensamiento no posee la materia necesaria para poder catalogarlo dentro de ese mundo al que llamamos real”

Sin embargo para esos incrédulos desearía definirlo con elementos tangibles como es la epidermis o la corriente sanguínea en el ser humano y con tanta vida como ese cuerpo y esa sangre, ya que el hablar es fundamental para la comunicación, y como el hombre, puede crecer, ser moldeado, llega a adquirir una importancia vital junto al hombre y al igual que él, cae en la desidia cuando es relegado al olvido, como ocurre con la doctrina de la cultura o la disciplina de la educación.
En cambio quienes sienten la necesidad confesable de la creatividad, trabajan en la idea de transmitir cuantos arquetipos surgen en la imaginación, con la sola aspiración de fomentar la relación directa entre generaciones -algo escaso en esta saciedad, volcada ante el egoísmo egocéntrico de los inadaptados que sólo intentan introducir sus desequilibrios en el mundo- de manera que la voz, cada vez más silenciosa de la creación, ha llegado a confundirse con el sonido del aire.  Este documento es un grito callado ante todo ello.          
Es sumamente complejo definir un pensamiento creador. La persona que llega a alcanzar ese conocimiento, como el enfermo contagioso, se queda relegado a ese espacio donde la palabra toma la forma de lo escrito. De esta manera el autor construye el verbo más perfecto, el que sin ser materia, se pierde entre los renglones y los signos, entre la síntesis y el simbolismo, formando parte de su propia creación, transformándose en ese algo que nunca llegó a imaginar... “ser” la esencia de lo creado.
No creo necesario responder a ello. Admito estar poniendo en duda la intelectualidad de esas personas, pero ellos ignoran que sus actos y sus palabras no son suyos, como no son míos los relatos, las ideas que fluyen de mi interior para alcanzar al prójimo. Es necesario advertir a quienes tienen el poder de juzgar y decidir, que es necesario sentir, y ante todo, sentir antes que pensar, ya que al pensar y exponer sus pensamientos, disponen de esa comunicación que lo esclaviza a su prójimo, quien a su vez podrá juzgarlo. La palabra esta sujeta a una ley: Necesita de la voz o la escritura para llegar al mundo, tras lo cual deja de pertenecernos.


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