Olor a pan recién hecho y agua del aljibe



En esta ciudad hay calles que tienen nombres muy cantarines. El ayuntamiento como queriendo hacer un alegato a las aves nos regala la oportunidad de vivir en la calle del Ruiseñor, Colibrí o la avd. de las Alondras. No obstante el pueblo está lleno de referencias al mar como el paseo Vista Alegre, calle Salero, avd. de la Sal o calle del Mar. Están las calles que recuerdan el Bergantín, La Goleta o Fragata. Es curioso el nombre de ciertas calles incluso puede resultar curioso vivir por ejemplo en la calle Los Gases. Pero todas esas calles no serían nada si no fuese por las numerosas casas que se encuentran en ellas.
Alguien me preguntaron una vez que dónde me gustaría vivir y dije que en la Torrevieja de antaño pero con los adelantos de este siglo. Es decir, en una casa mirando al mar con un gran patio, en la cancela,  la viguería de caoba traída de cubana con espejos de azogue en el salón y con una biblioteca que guardara como un tesoro los libros escritos por Campoamor o Azorín a su paso por el pueblo. Aun así confieso mi predilección por encontrarme cerca de un horno, de aquellos que en la madrugada se podía sentir el aroma antiguo de pan recién hecho. Y sueño con aquellos largos mostradores del obrador donde te vendían los dulces o las piezas de pan. Un pan tan del siglo pasado como el trazado de la calle.
Una de esas casas de patio con brocal de aljibe, con una azotea hecha a la medida del viento de levante. Pero como sería una casa fuera del tiempo, mi casa soñada en Torrevieja, ¡oh, milagro! tendría Wiffi para mantenerme informado de los virreinatos americanos a través de la CNN; tendría conexión a internet para que desde algún mentidero me comentaran todos los chismes: tendría un ordenador a modo de escribanía sobre una mesa del gabinete.

Por lo que al pasear por las aceras que disponen de algo de sombra, solo puedo imaginar esas casas que están en blanco y negro en algún álbum de fotos. Sin embargo, he conseguido mi sueño de vivir en Torrevieja con los adelantos de nuestra hora. Por otro lado la dirección de los sueños ha ido al territorio de la utopía, ya que me falta la mar de antaño con un fondo de galeones y bergantines en las aguas de la bahía. El mundo entonces, como en mis sueños, coge en una talega de lienzo moreno. La talega de toda la vida. Una talega que servía incluso para la ropa sucia.

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