Primera Comunión “la peque boda”
Un año más, numerosos niños recibirán en este mes de mayo su Primera
Comunión.
La Eucaristía es un sacramento no sólo
eficaz, también de suma importancia para ellos, ya que se encuentran en ese
momento en el que surgen cambios reales en su persona, aunque aparentemente no
se aprecien. En este instante el niño necesita encontrarse, estrecha e
íntimamente unido a Dios: "Quien come mi carne y bebe mi sangre está en
mí y yo en él" Jn, 6,56.
Para la familia los resultados de esta
celebración, deberían encontrase en el vínculo existente entre quienes como
creyentes, desean la unión de los miembros de esta gran familia en Cristo. Una
unión que no se encuentra en los lazos de sangre, ni por vivir bajo el mismo
techo, sino en lo espiritual y trascendental que hay en Jesús.
Pero si nos atenemos a la realidad,
para la familia esta celebración, estrictamente religiosa, se ha convertido en
un acto social con un protagonista: “El niño”. En primer lugar, este día tan
señalado se organiza de forma que la Primera Comunión es lo más parecido a una
“peque boda”, de hecho los presupuestos en la actualidad sobrepasan con creces
las 350.000 pesetas (o sea 2.103´54
Euros) dinero que se distribuye en los siguientes aparatados: Traje, fotos o reportaje
fotográfico, recordatorios, obsequios conmemorativos, y fundamentalmente en el
banquete. Y aquí habría que añadir un extra, ya que para entretener a los niños tras el convite,
algunos restaurantes incluyen: payasos, espectáculo de guiñol, malabaristas,
discoteca infantil, etc.
Es fácil ceder ante la fascinación que supone una celebración
semejante. Como sencillo es culpar de ello a las modas que nos empujan a
convertir los que podría ser una celebración en familia, en un acto social de
reconocida relevancia. Es normal que se deseé ofrecer a los niños uno de los
días más entrañables e inolvidables, pero no a costa de
escatimarles nuestro tiempo o la necesaria atención, algo primordial en este
importante momento. La
situación actual de la sociedad nos lleva a querer adornar en demasía un
acontecimiento como es la Primera Comunión. Pero es bueno recordar algunas
palabras que figuran en los evangelios: “Dejad que los niños vengan a mí” (Mc 10, 14).
Con una frase tan sencilla Jesús quiso ofrecer una maravillosa
invitación a los niños, incluso fue más allá al decir que el reino de Dios
pertenece a los que se asemejan a estos pequeños. Esto no significa que nos
debamos volver niños, sino que, los padres somos los primeros que debemos
educar a nuestros hijos con arreglo a nuestras propias convicciones. Y el hecho
de recibir la Primera Comunión, implica necesariamente, que ese niño, necesita
sentir la presencia de
Jesucristo viva dentro de él, ya que le servira de ayuda en su vida y por tanto
puede ser una esperanza para sus semejantes.


