RETRATO A BLASCO IBAÑEZ
Hoy al mirar por mi ventana veo una
fecha señalada para las letras españolas y valencianas, el 28 de enero de 1928.
El próximo 28 de enero se cumplirán 90 años del fallecimiento de Blasco Ibáñez,
en Fontana Rosa, en los Alpes Marítimos de Francia. Se trata de un jardín de
estilo Belle Époque situado en Mentón. Lo fue creando desde 1922 Vicente Blasco Ibáñez y fue donde se instaló
con su segunda esposa, Elena, y donde falleció.
El valenciano Vicente Blasco Ibáñez,
casi un valenciano de leyenda, nació no muy lejos del mercado Central de
Valencia. Sus padres Ramona Ibáñez y Gaspar Blasco procedían de Aragón. El
pequeño Blasco, vivió rodeado de los olores y el griterío de aquel barrio
populoso y variopinto, entre los tenderos y las verduleras, los carros repletos
de estiércol y los juegos de chicos de su edad surgidos del final de la
revolución republicana.
La leyenda lo acompañó desde su
expulsión de las Escuelas Pías y sus primeras correrías urbanas en la facultad
de Derecho, hasta su primera vista ante un tribunal. Al ser interrumpido por el
magistrado por alegato tan largo como apasionado, prometió que jamás volvería a
ejercer la abogacía. Hombre rebelde, temerario, apasionado, luchador
infatigable por sus principios, fue empresario periodístico comprometido con su
tiempo, instigador y pendenciero, con fama de mujeriego, siempre buscaba la
mujer que reflejó en sus novelas: la de ojos verdes refulgentes, cabellos
negros y rotunda figura.
Su producción fue realmente extensa.
Comenzó en 1894 con obras de técnica naturalista donde dibujó el ambiente
valenciano: la ciudad, el mar y el campo. A lo que acompañaba coloristas
descripciones de los paisajes y las costumbres regionales. En 1904 funda El
Pueblo, diario que marcará la vida política y social de Blasco Ibáñez.
Lo recordaría así: "Aquellos años
-a partir de 1891- están llenos de aventuras, a veces peligrosas:
conspiraciones y viajes de propaganda, mítines y procesos. ¿Cuántas veces
suspendieron mi periódico? No lo sabría decir exactamente. Puedo afirmar que la
tercera parte de aquel período lo pasé a la sombra o huyendo."
Por entonces escribe “Arroz y tartana”
(1894), novela sobre la burguesía de Valencia; “Flor de Mayo” (1895), sobre los
pescadores valencianos; “La barraca” (1898) ambientada en la Huerta; y “Cañas y
barro” (1902), situada en la Albufera. En 1903 y 1906, Blasco Ibáñez publica
varias novelas de tendencia anticlerical y republicana: “La catedral” “El
intruso” “La bodega” y “La horda”. Son obras lastradas por el excesivo peso de
sus opiniones políticas. Más tarde el realismo está superado con “Los cuatro
jinetes del Apocalipsis” (1916), de gran proyección internacional por su
defensa de los aliados en la guerra mundial. Por aquel entonces y según los
datos de mi querido amigo Francisco Rebollo, los cuales figuran en su Blog
“Historia de Torrevieja” Blasco Ibáñez vino a Torrevieja con la intención de
pasar una temporada junto a la orilla del mar (en el presente 2014 se cumplen
121 años de su llegada) la villa aparece en varios de sus libros, para lo cual,
fue necesario compartir con los habitantes de entonces, sus conversaciones y
paseos durante su estancia aquí. Al igual que lo harían Emilio Castelar cuarto
presidente de la Primera República, o Ramón de Campoamor.
A pesar de haber leído escasa y
parcialmente su amplia obra, he de confesar que el caótico, errático,
populista, libertino, vitalista y complejamente humano Blasco Ibáñez, me cae
muy bien. Fue un tipo capaz de jugársela, soñador arriesgo en apuestas
imposibles, mujeriego y profesional sin complejo de culpa, el escritor
compulsivo capaz de alcanzar la gloria y en ocasiones el fracaso, escribía con
el corazón unas veces y otras por razones alimenticias, fue hombre de acción
que nunca acabo de encontrar su lugar en el mundo.
Pero es el mundo quien encontró ese
lugar para él.
