11-M ADIÓS GABRIEL


Hoy siento un gran desaliento al abrir mi ventana. Hoy nadas lejos “pescaito”. El 11-M ya era una fecha para el recuerdo cuando tú llegaste, pero ahora te unes a aquellos que nos dejaron por culpa del terrorismo. El terrorismo que te atacó es, si cabe, más cruel, ya que tú asesino era tu compañera de paseos, quien te vestía, jugaba y de quien podías confiar. Ella te decía que no te fiaras de extraños, cuando no tenías que fiarte de ella.
Una vez más, cuando en la hoja del calendario aparezca ésta fecha 11-M sentiré que tengo que decir algo. Ya sé que mis palabras son repetición de lo oído en la calle, en la parada del autobús, en el comercio de la esquina. Todos y cada uno de los medios de comunicación de este país y del resto del mundo, han hablado hasta la saciedad.
Sí ya sé, que es una repetición de cuanto está unido a unas vías de tren y  ahora, a cuanto ha sucedido en las Hortichuelas (Níjar, Almería) pensamientos y emociones comunes a todos. Mientras seguimos con una loca actividad, en estos días anteriores a la primavera que se asoma tímidamente.
Se me antoja difícil creer que hace catorce años en Madrid, alguien decidió festejar la explosión de vida, que supone la entrada de la primavera, con cientos de muertos. Alguien que cubierto por el manto del anonimato, pero investidos del poder de un dios vengativo, decidió quien viviría y quién no. Se me antoja horrible pensar que alguien, pensar que una persona (una mujer) pueda arrebatar la vida de un niño indefenso. Éste es un crimen irracional. Arrancando de raíz la vida, sembrando el terror y el dolor.
Crímenes los de ayer y hoy que sacuden los corazones de todos, alcanzando su onda expansiva a los más profundos sentimientos. Hoy más que nunca,  desearía vivir en una nación donde no tuviéramos que llorar a quien cae víctima de la locura de unos pocos. Desearía abrazar a una viuda, besar a un huérfano. Y sobre todo acompañar en silencio a una Madre en su doloroso calvario. Quisiera un país aburrido, donde no se lucieran lazos negros. Donde no se perdiera “un pescaito”. Pero es inevitable no estremecerse ante el dolor humano, ante una familia que llora la pérdida de un hijo, imágenes difíciles de digerir por nuestras débiles cabezas. Pero sobretodo me es imposible no pararme a reflexionar, en el porqué y en el cómo.
Nos sentimos seguros y fuertes, hasta que en un momento, ante hechos de dimensiones que nos sobrepasan, nos topamos con la realidad. Puede ser un accidente de tráfico, una catástrofe natural u otra ocasionada por la mano del hombre, como en este caso ha ocurrido... De pronto, pisamos el suelo. Conscientes ya de quienes somos, nos miramos cara a cara estupefactos, en estado de shock, ya sin máscaras. Miramos cara a cara a la muerte, a los sentimientos de venganza de nuestros congéneres y a nuestros propios sentimientos de fragilidad, de tristeza y rencor... y casi no sabemos reaccionar. No estamos preparados para ello.
España entera se sienta al lado de los padres de Gabriel, rompeolas de todo el dolor de la nación. Un homenaje a los profesionales que han investigado el caso y a los que han prestado su ayuda crucial.
Ayer 11- M un nuevo nombre se une a los que fueron asesinado por la locura humana: GABRIEL

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