METÁFORA DE LA VIDA
Sí, hoy Martes
Santo abro
la ventana frente a los momentos que se viven en la Semana Santa de clara exaltación
de la Cruz, que hoy se propone como motivo de orgullo para los cristianos. En
muchos lugares el protagonista de las procesiones de este día es la Cruz, mientras
en las calles de Torrevieja asistimos a ese fenómeno humano que representa la
Semana de Pasión como metáfora de la vida.
Desde el viernes cuando se pudo
escuchar el pregón, hasta hoy, se suceden los desfiles procesionales, se descubre una
Semana Santa que ofrece muchas lecturas. Todo comienza con el enamoramiento
popular hacia los Cristos o las Vírgenes, que se refleja en los nombres de los
pasos: Cristo Crucificado, La Esperanza, La Piedad, Santo Sepulcro, la
Dolorosa… y envolviendo todo ello, el fervor de los misterios de la Pasión y
Muerte de Cristo. Es el dolor de la Madre, como mediadora de la Salvación. Y frente
a todos se
une la devoción y la elegancia, el romanticismo y la melancolía.
No importa quienes sean o de donde
venga, aquellos que visitan Torrevieja deben saber que la Semana Santa no
puede ser una experiencia sin más. Se trata de un gran entramado social y cultural. Son
los actos religiosos realizados por las diferentes cofradías, y el “respeto”
que la gente debe -creyente o no- a los desfiles procesionales. Es el atractivo
de la ciudad ante la estética de la Pasión que se abre a todos, convirtiéndola
en patrimonio de quien la contempla, como experiencia emocionante, de esas que
esponjan el corazón. Sentimientos que en su día dejaron plasmados los escultores en ese dulce
rostro de Maria Purísima. En la mirada indescifrable del Cristo Crucificado o
junto a la hermosa cara de la Virgen de la Esperanza, cuyas lágrimas son el
reflejo del dolor que la acerca a su gente. Aún así al visitante se le puede
hacer difícil ver en la calle al Cristo Flagelado, a la Madre Dolorosa o al
Yaciente, y comprender que todo se transforme en alegría al llegar el Domingo
de Resurrección. La respuesta es sencilla: No es una puesta en escena. Durante
una semana la ciudad camina entre cirios y varales, entre sudor y fatiga con la
cruz acuesta.
Una legión de capirotes y mantillas
con fondo estridente de las cornetas, caminan junto a la penitencia los
costaleros, que parecen llevar la carga de nuestra propia vida y muerte.
Durante ésta semana, la luz de las velas y el perfume de las cientos de flores
se unen en todo momento a Él y a Ella. Es la apuesta por nuestro ser... y es,
el misterio de la devoción. En ese instante dejan de ser representaciones del
único Cristo y de la única Virgen, para tomar vida propia, trasformándose en el
aspecto concreto de la condición humana: la Amistad traicionada, la Dignidad
del justo perseguido, el Amor de la madre por su hijo, la Bondad en medio del
padecimiento... es decir: Toda la Semana Santa es una exaltación del corazón
humano y de sus propias pasiones. Es la representación de nuestra vida y
muerte.
