TODO ESPERANZA
Hoy antes de abrir la ventana, intuyo en éste Miércoles
Santo, el dramatismo del momento. Es el
día en el que se reúne el Sanedrín (el tribunal religioso judío) para condenar
a Jesús. Hoy es el primer día de luto de la iglesia. Los pasos y procesiones de
este día reflejan el aumento del dramatismo. Pero Ella, la Esperanza, nombre
que acompaña a numerosas advocaciones de
la Virgen, acompaña a Jesús, su Hijo, en el camino al Caslvario. Y no podía ser de otra manera.
Ya en el Ave María, una de las primeras oraciones del
cristiano, se proclama como la nuestra más sólida: Dios te salve, Reina y Madre
de Misericordia, vida, dulzura y Esperanza nuestra, Dios te salve.
Si nos fijamos en Ella vemos una boca suplicante. Dos ojos.
Resbala por su rostro unas lágrimas. No hace falta preguntar quién es. Y por si
hubiera que hacerlo, mira su manto verde y esa mirada que va a examen de
sentimientos. Sí, su rostro es todo Esperanza...
Mientras escribo tengo su foto delante. Tiene el tamaño de un
naipe. En ella se encuadra esos ojos, esas cejas, esas lágrimas, ese perfil
perfecto. Así es, en el retrato que
tengo sobre mi mesa, se pueden contemplar en su perfecta belleza esos ojos,
hermosos como el mar que nos baña, enormes como las montañas de sal, poderosos
como el fuego de la hoguera.
Se pueden mirar los ojos de la Esperanza y deleitarse en
ellos. Pero cuando estás delante de Ella, ¿quién le aguanta la mirada a esta
Mujer sin derramar una lágrima?
Hoy Miércoles Santo vuelvo a sentirlo, mientras recorro en
peregrinación secreta, el camino de la Esperanza que la lleva hasta su Hijo con
la Cruz a cuesta, y cuando estoy allí, junto a Ella en ese terrible Encuentro,
a su misma celestial altura, cara a cara, compruebo entonces que no hay quien
pueda aguantarle la mirada de esos ojos que en nuestra Fe nos llenan de
Esperanza.
-Por Caridad, no me mire usted así, Señora. Aunque, sé que no
sabe mirar de otra manera.
Siglos lleva mirando a los que acudimos a Ella pidiendo casi
con infantil petición de hijos (al fin y al cabo, como Madre de Dios que es, es
Madre y Esperanza nuestra) remedio para todos nuestros males. Incluso Antonio
Machado poeta sevillano que nació por San Juan de la Palma, escribió: "El
ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas, / es ojo porque te ve."
Sí, tengo la certeza, de que los ojos de La Esperanza son
ojos porque nos ven. Por eso se puede sostener la mirada. Porque, sin articular
palabra, nos está respondiendo a todo lo que, también sin palabras, le estamos
diciendo cuando la vemos cara a cara, lágrima a lágrima, entre el bordado oleaje
del palio que choca contra las torres de plata de los varales. Los ojos de la
Esperanza nos ven, cuando la tarde deja paso a la noche estrellada, cuando
Madre e Hijo se encuentran en el dolor y cuando suena en nuestra memoria la
plegaria en forma de saeta...
