PERIODISMO LITERARIO

Hoy al abrir mi ventana, caigo en la cuenta que el periodismo es un género literario, casi un arte, más que un oficio. Se podría decir que el periodismo literario eterniza la noticia. De hecho, cuando los medios impresos pierden fuerza ante la velocidad de Internet, es necesario desplegar la destreza de los mejores narradores para atrapar al lector. Para que la crónica, el reportaje o la entrevista de personalidades se lean hasta la última línea. La competencia, cientos de llamativos titulares, todo sirve para retener al lector.
Titulares como:
“La caída de Cristina Cifuentes: la maldición de la cinta asesina” (El Mundo)
“La «obra del Escorial» en tres horas” (Información)
 O que “La PAH paraliza el desahucio de cuatro familias en Orihuela” (Vega baja digital)
Es el resultado que alterna con las historias de los ciudadanos, crudas también, pero profundas. En éste caso, los protagonistas dejan de ser entidades, para ser personas. Solo que tal como está el patio, no puedo dejar de pensar que nos movemos en un clima sensible a politizar las acciones tanto como las reacciones, los sonidos, las palabras, los comentarios que estas producen y sus ecos, y los ecos de estos ecos.
Como si una espesa condensación general nos envolviera. Hoy la política aprisiona nuestras conciencias y me atrevería a decir que se encuentra en lo profundo de nuestra naturaleza. Por ello en estos momentos escribir en los papeles y hacer periódicos, puede parecer que solo es firmar. Y eso es una parte. La autentica fascinación para un periodistas literario está en la vocación original que tenemos muchos: la de ser escritores. Escritores de aquello que va más allá de la ficción. Contar historias y aplicarlas a manera de narración de la realidad. Sin duda las crónicas, entrevistas y reportajes aprovechan las herramientas de la prosa de ficción para cautivar al lector. A pesar del agobio por la miles de noticias que se generan cada día, el periodismo literario se mueve en el entorno de las creencias, las ideas que dan forma a la historia, a las ciencias, la religión, incluso al arte; y todo ello es necesario para la creación del progreso. Y dentro de esa ficción podemos imaginar a los líderes políticos (Donald Trump, Emmanuel Macron, Theresa May, Angela Merkel y tantos otros) como Quijotes fascinados por los gigantes con forma de molinos o dibujándolos como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. De esta forma las palabras son ese apoyo para enfrentarse a los momentos desagradables facilitando la oportunidad de un mundo alternativo. La palabra escrita bien inspirada permite crear el mito en nuestra sociedad. Las palabras son variadas tanto en cantidad como en forma, pero únicamente el esfuerzo y el trabajo del hombre, es lo que consolida la sociedad en la que nos movemos, como cuna del pasado y simiente del futuro. Pero nos hallamos en tiempo muy sensible a politizar Aristóteles lo define en una frase: Las ciudades existen por naturaleza; el hombre es por naturaleza, un animal político. Quizás esto sea cierto y todo gesto o guiño tenga su consecuencia en cualquier gobierno sea este el de la nación o el de la más pequeña de las aldeas.  Se les escucha decir: ¡Mi ideología, mis convicciones, mis ideas!- de la misma forma que se dice- ¡Mi coche, mis zapatos, mi casa!- incluso nos creernos dueños de nuestro entorno cuando decimos- ¡Mi pueblo, mi mundo... mi persona! Es labor de nuestro juicio en comunión con nuestra conciencia, el decidir que individuo dirigirá nuestros destinos

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