De azul inmaculado es tu cielo Estrella de los Mares
De azul inmaculado es tu cielo Estrella de los Mares
Publicado 21 de julio de 2008 Semanario Vista Alegre
Torrevieja tiene dos mares que la bañan. El
uno llega a su orilla, y como en un espejo, la ciudad en él se mira. Mar por
donde los marineros a América embarcaban, y cargados con fardos y habaneras al
puerto regresaban. El otro es la Virgen del Carmen. Madre de rostro sencillo
perfumada de naranjos y rosas. Torrevieja tiene dos mares y en cada uno, la
madre y la esposa siente nostalgia. En uno no se olvida al hijo que se marchaba
a navegar. En el otro, el pueblo levantó un templo para cubrir de vítores a la
Madre. Allí los pescadores con voz de sal rezan a la Estrella de los Mares.
Son pocas las ocasiones que
se mira al mar donde Ella se dibuja, y el cielo donde brilla de esa forma
especial, como se hace al llegar su celebración del 16 de julio, día de la
virgen del Carmen. Un cielo intacto y virginal. Un mar donde es la Estrella de
los Mares. Nada enmarca con más claridad la ciudad que ese cielo y su mar.
Muchos creen que entre la tradición y el azul, no existe nada. Sólo el aire.
Ese aire de levante que agita las guirnaldas que adornan el paso de la Virgen
del Carmen por las calles de Torrevieja hasta llegar al puerto. Y junto a Ella,
la marea de fieles que la acompañan. Se
ha escrito mucho acerca de la ciudad y sus tópicos de sol y playas, de su
espíritu de acogida, de su limpieza, de su blancura de sal y sus habaneras. Se
ha escrito de las gaviotas cuando acompañan al pescador al llegar a puerto. De
la diversidad de nacionalidades, de la sociedad del bienestar y claro..., de la
cultura que va calando en los nuevos torrevejenses. Pero al llegar estas fechas
es Ella la protagonista. Y es entonces cuando la Torrevieja marinera lo hace
como una piña, siendo cientos de voces las que vitorean como una sola voz a la
Virgen del Carmen. Sencillamente lo hacen por su Madre. Aun así tal vez alguien
piense:
-¿Pero de verdad es creyente toda esta gente en
Torrevieja?
-¡Sí lo somos!
Pero lo
somos a la manera de Santo Tomás: De forma que hasta que no metemos los dedos
del alma, en la llaga de ese olor a sal. Hasta que nuestro rostro no es rozado
por el suave calor del rayo de sol que baja acariciando la mar. Hasta que el
repiqueteo de las campanas de la Iglesia no llena el aire de la plaza, y la
vemos a Ella con su Hijo en los brazos en una de las embarcaciones que surcan
los mares; casi no podemos creer que estamos a su lado. Y una vez más comprobamos
que todo... que Ella, sigue inalterable, junto a la Estrella de los Mares.