Una mirada “autentica” que provoca… el acercamiento
“Con la ternura de su mirada supe que me
decía: ¡¡Te estoy mirando mamá!!”
Cuando hoy he abierto la ventana, he visto su mirada:
intensa, apacible, sin artificios y completamente autentica.
El primer acontecimiento importante, tras el nacimiento de
un recién nacido, es que este contemple la cara de su madre. La experiencia de
esa primera mirada perdida, puede ser, precisamente, el comienzo de un largo
camino.
A partir de ese momento la vida familiar puede empezar a
complicarse. El descubrimiento del Síndrome de Down en Pablo,
Carmen, Luis… y tantos otros ¡qué más da el nombre! es el camino de la
estimulación temprana, un camino que está rodeado de fisioterapias, de pruebas
beneficiosa y a la vez demoledoras psicológicamente para el niño y la familia.
La mezcla de sentimientos y actitudes, llegan a ser el
punto en el que gira la vida familiar. A esto se une, en ocasiones, el
distanciamiento de las amistades, la renuncia o dificultad para cumplir con el
horario laboral, las diferencias entre los padres a la hora de efectuar el
tratamiento de su hijo. Y es que la realidad de tener un hijo con alguna
discapacidad puede llevar incluso, a no poder demostrar los sentimientos que se
experimenta cuando esa mirada… una mirada perdida, es inspiradora de un
torbellino de emociones como el de desear abrazarle, sonreírle, acariciarle... recibiendo muy poco a cambio.
En ese instante los padres, a
pesar de todo, han de apoyarse en la constancia. Y claro está, aprender a ser
padres de un niño tan especial como el que mira con mirada donde dice
cuanto os necesita. Necesita que sus padres conozcan su discapacidad, aceptando
esa diferencia, dando la mano a quien precisa ser ayudando a vencer esa
situación. De igual forma que necesita que los demás, posean una educación en
valores, fomentando la empatia, que no es más que la capacidad de ponerse en su
lugar, alcanzando a comprender lo que él siente, contemplando el mundo desde su
punto de vista. De forma que poco a poco, ese niño –ahora ya un muchacho-
sienta interés por el mundo que le rodea. En ocasiones muestra su optimismo y
alegría, tal vez, con frases como:
- “Realmente, soy una persona afortunada al tener tanta
gente que me ayuda”.
La integración con niños con Síndrome de Down puede
ser complicada. Pero… ¿en algún momento nosotros nos hemos puesto en su lugar?
¿Ampliamos nuestra realidad para que ellos tengan cabida?
Cuando el que puedan expresarse con libertad, desean ser
escuchados, influir en las políticas y acciones del gobierno para que integrarse
plenamente. Sin darnos cuenta, en algunos casos, a estas personas se las relega
por la falta de dos valores excesivamente potenciados: la carencia de inteligencia
y la falta de belleza física. Sólo que el ser humano es mucho más: son
emociones, sentimientos, necesidades. Y precisamente la escala de valores de
una persona con síndrome de Down está muy cerca de ese mundo de los
sentimientos. Si nos fijamos, ellos nos ayudan a reflexionar sobre las cosas
importantes, con una de sus miradas.
Luis, Carmen, Pablo, Paco... y tantos otros; nos ofrecen
la oportunidad de ver el mundo de distinta forma, y es entonces cuando dejan de
tener importancia esas cosas que llamamos “importantes”. De hecho, es fácil
unir los dos mundos, está en la forma de mirar a quien parece decirnos…
- “Acércate podemos sonreír juntos”

