ABRAZOS DE ESPERANZA
Enero 2010
Siempre he pensado que Torrevieja es un sueño a los
pies de la Inmaculada. Que esa imagen pequeña en tamaño, es capaz de llenar
todo un pueblo.
La fuerza de esa mirada perdida. La ternura de sus
manos sobre su pecho. La cálida sensación de su rostro… la contemplo con igual
emoción que si ahora mismo estuviera caminado despacio en mitad de su gente,
con paso racheado de costalero. Y hoy más que nunca, me sale del corazón lo que
digo.
Hace ya veinticinco años. Veinticinco años que la Inmaculada
se nos apareció con el rostro de esperanza en Torrevieja. Allí su cara adornada
por las lágrimas. Torrevieja mira cara a cara a la Esperanza, y gasta sus
lágrimas de tanto rezarle y pedirle mercedes; de tanto darle gracias (algo que
yo misma he hecho en los últimos días) de tanto esperar el consuelo. Con el abatimiento del atardecer y metida en
la tenue sensación de la poesía, encuentro los versos de Juan Ramón: “No la
toques ya más, que así es la rosa”. La rosa, no: el azahar, digo. No la toques
ya más, que así es este jazmín de Judea, clavel de la ciudad salinera. No me
canso de mirar ese rostro inmaculado de esperanza salinera, y creo ver como hoy
se transforma en toda “esperanza”. Su mirada devuelve el aliento que necesito.
Y me pregunto cómo se puede hacer llorar a esa cara de cera. Y comprendo que…
“De mirar tanto y tanto...”
Pero he de reconocer, próxima a la Semana Santa, que
camino por la semana de pasión. Y al mismo tiempo, siento que estoy en plena
temporada de abrazos. Hoy naturalmente. ¿Qué digo naturalmente? ¡Mayormente!
tras recibir todos los abrazos del mundo, es cuando puedo afirmar que esto es
lo más bonito que en estos días ha sucedido en mi entorno más próximo: Creo que
Torrevieja es la ciudad más abrazadora del mundo.
Abrazos que a manera de aliento han servido para
seguir adelante. Abrazos sinceros. Abrazos de “ángeles” que vestidos de blanco,
en los hospitales, ofrecen su ayuda. Estas son las cosas que no aparecen en
periódicos e informativos, pero que pueden hacer pensar que no está todo
perdido. Entre los problemas de la “crisis” y las reformas laborales, hay
personas que necesitan y ofrecen la calidez de un abrazo. Esa sensación inmensa
de recibir el afecto, no solo de los familiares y amigos, sino de alguien tan
ajeno a nuestro entorno y que inclusive puede parecer una locura, es la más
gratificante.
En realidad hablo de las cosas que nos llenan de
emoción. Por eso creo que sería necesario inventar el abrazómetro. Un aparato
con una agujita o unos numeritos digitales que contabilizara los cientos de
abrazos que a mi y a los míos, nos han llegado en esta semana. Un aparatito que
pudiera ayudarme a decir, sinceramente, a todos cuantos han mostrado su
afecto... GRACIAS