56 años de Habaneras



Muchas, demasiadas noches quedan atrás. Noches de claro de luna. Noche oscura donde una morena espera que la mar le devuelva la luz del navío. Acúname con la habanera dijiste… y fue memoria de mi pueblo. La garganta de mil voces, el corazón de sus hombres, la ilusión de sus ojos, el espejo de su lago, el estribillo del alma del torrevejense. Gargantas que se arrancan en una copla donde se adivina la vida.
Fueron en esos años que parecen siglos, donde nacieron a pie de la mar las habaneras, a bordo de los navíos que navegaban en busca de otros horizontes. Que la mar esta cerca. Que la Habanera está en el ir y venir de las olas. Y al aproximarse esa joven con sabor salado. Se queda quieta, como imagen bíblica, esperando en la playa. Aquí, al suspiro la mar lo bautiza como “añoranza”.
Y fue una noche de habaneras, cuando emborrachado el aire de notas, reposó sobre las teclas negras del piano la novia torrevejense, novia antigua, novia que sueña con su enamorado. A su lado una carta que no alcanzó el bergantín. La mar, esa mar rodeada de estrellas golpea la quilla, hasta sentir el navío el fatal abrazo del oleaje. Habanera de luz negra que naufraga en la costa.
Fueron noches de cantos. Miles de personas son las que han repetido tu nombre. Los coros al son del 2X4 traspasan con su melodía la puerta de la mar en esta noche de luna. Tu nombre Habanera sabe a viento con sabor salobre. Pero no estas sola. Tu gente hace resurgir el recuerdo de esos días cuando el marino con su voz entrecortada y abrazando la guitarra, decía adiós, proclamando la honra de sentirse de esta tierra y aventando los nubarrones del horror de la clase media, aquella que escuchaba la radio de casa alrededor de la mesa camilla.
Y Cuba tan lejos. La Habana, hermana de Torrevieja llegó en barco cargado de melodías y Pericón, tomando café de pucherete, mientras un coro en el paseo la saludo con esa canción que es copla que sale del alma.  Y llegó con su color de nácar y perfume de alga marina. Fue rocío que florece transformándose en espuma salada. Es dignidad que a la Habanera le dieron y le dan con su temple, los hombres enteros de corazón cálido. Aquel del pelo moreno. El de la camisa a cuadros y la guitarra, que canta el nombre de su tierra Torrevieja. Es el niño que en el coro se arranca a cantar la canción aprendida de sus abuelos. Es el hijo que aprendió a andar por las calles donde sol golpea al caminante. La joven que se asoma a ver venir los barcos al paredón. Canción de capitán de goletas de ensueño.
En esta noche de luna y mar, la Habanera es más que nunca… Torrevieja.

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