Ausente



Publicado en junio 2010

 
Faltan seis meses. Seis meses para que se cumplan cincuenta años de tu ausencia. Desde ese rincón de España, Europa o allá donde te encuentres; como torrevejense ausente que eres quizás me preguntes, con la nostalgia de quien estrena el “trajesico”  nuevo mientras camina junto a los cabezudos al son de la charamita: ¿Se respira ya a fiesta de la Inmaculada? Que no hay fiesta como esa fiesta “pa” los de Torrevieja.
Yo respondería diciendo que no se huele a fiestas patronales, pero que Ella siempre está aquí. La Torrevieja blanca de sal y morena de soles, se hace presente en esa imagen de la Inmaculada, que espera para iluminarnos con su luz. Luz que anuncia de nuevo (cincuenta años después) que sus hijos se acercan a Ella. Oler, aun no se huele a fiestas patronales. Hoy el calor inunda nuestras calles. El sol brilla en el cielo inmaculado alargando las horas, los meses en el calendario. La blancura de sal, en las montañas sempiternas, muestra el brillo del cristal junto al lago rosado, imagen de belleza sin igual de la Torrevieja de ayer y hoy.
Aunque sí, ya se huele tu ausencia. Y se huele a habanera. Es el milagro del dos por cuatro en el tornavoz del conocimiento. Déjame que me pierda entre los sentimientos  ante el gozo de vernos de nuevo, mientras se me trastocan los sentidos. Huelo a la luz que nos inunda desde el altar mayor. Palpo el color azul de nuestro cielo y mar. Paladeo el sonido de las habaneras. Y escucho el rumor del aroma a azahar de los huertos cercanos. De esta forma te puedo decir que la luz de Torrevieja es Ella.
Ausente.  Te llaman ausente por estar separado de Ella y especialmente del lugar donde naciste. Yo también fui ausente. Pero olí su luz, como se huele a madre al nacer. Fue una tarde de mayo. Entrando a Torrevieja, al fondo, se me apareció el horizonte azul. Estaba anocheciendo. Recostado sobre la laguna, el rosado de un sol que se despedía. Esperaba el sonido de una habanera que amanera de canción de cuna, paladeaba el ritmo cadencioso de los marineros llegados de ultramar. Y me llegó desde su altar el olor a esa luz. Luz que se queda hasta tarde en Torrevieja, como no queriéndose ir, para no ser ella misma ausente.
Sí, hay un tiempo para marchar y un tiempo para volver. Un tiempo de ausencia y un tiempo de reencuentro. En el corazón de los torrevejenses todo es luz. Luz de Madre, de rosa Inmaculada. Luz de tarde de verano en las Eras de la Sal y luz de cucaña. Todas las luces son hijas de esa luz de ausencia recién encendida por los que ya no están.
Como “Ausente” me encontré ayer …hoy, cincuenta años más tarde, con esa luz frente a Ella, estoy en Torrevieja.

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